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Carmen de Burgos
monía se declaró o con carácter fulminante, y allí, en su lecho de muerte, conocí este secreto... su amor y su martirio.
Loco, desesperado, queriendo luchar contra la muerte, la oprimí en mis brazos; me parecía más pura que la tierra en el primer día de la creación...
Quise aproximar mis labios á los suyos y me detuvo con la mano.
—No, me dijo; nos reuniremos allá, en otro mundo...