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Alternativa Feminista

vida a mi manera.

Quizás, por lo poco o mucho que yo y otras compañeras esta- mos haciendo hoy, mis hijas y mis nietas y, por qué no, mis hijos y mis nietos podrán jugar indistintamente con muñecas, rompecabezas y tractores, usar o no aros de perlita y pintura en la cara, dedicarse indistinta- mente a la danza clásica y/o la construcción de carreteras, ini- ciar su vida sexual cuando y co-

mo les quede cómodo, y formar pareja cuando como y con quién les apetezca, sin sentirse por ello cuestionados en su calidad humana. Puede que hasta consi- gan sentirse con derecho al éxi- to, aunque no puedan o no quie- ran dar órdenes, pegar trompadas o serruchar pisos.

Remitiéndome a una vieja canción de huelga, española: ",..yo por ellas, madre,

y ellas por mí."

SE FABRICAN HOMBRECITOS Y MUJERCITAS de "No es natural" de Josep-Vincent Marqués

Cuando el médico dice aquello de “ha tenido usted un niño, o una niña”, está exagerando mucho. Lo que la madre ha tenido es una criatura de la especie hu- mana de un sexo determinado. Los hom- bres y las mujeres, los niños y las niñas, se fabrican. Todo un poderosísimo con- junto de acciones y omisiones, de con- signas y de órdenes, de refnerzos y di- suasiones —conscientes e inconscientes, de los padres y del público en general— harán de esa criatura un niño o una ni- ña, y después un hombre o una mujer, es decir, uno de los dos tipos oficiales de persona que admite la sociedad, desigua- les quizá en mentalidad. pero, sobre to- do, en libertad y posibilidades de acceso a todo lo que en esa sociedad signifique poder.

“No me negará usted que hay diferen- cias biológicas entre los dos sexos”, apun- ta un lector alarmado. Naturalmente que no. Lo que niego es que tal tipo de dife- rencias exptiquen las diferencias de com- portamiento de hombres y mujeres. Bio- 'ógicamente, el hombre no puede parir.


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no menstrúa. no da de mamar y dificil- mente podría llevar un sujetador con al- guna prestancia. Biológicamente, la mu- jer no puede engendrar ni orinar hacia adelante, salvo después de un entrena- miento acrobático que probablemente no compense. Es también cierto que por término medio el hombre tiene más fuer- za física que la mujer y que ésta parece tener mayor resistencia a las enfermeda- des. Pero de estas diferencias no se deri- va una mayor aptitud de la mujer para la cocina, ni del hombre para la astronomía.

En realidad, si las diferencias entre el hombre y la mujer que la sociedad pide y acepta fueran naturales, no sería necesa- rio escribir este capítulo, porque enton- ces la sociedad no se esforzaría tanto en que cada uno aprendiera el papel social que se le adjudica según los genitales que le observa al nacer. Si quedarse en casa, interesarse predominantemente por la crianza de los niños, llorar o no decir pa- labrotas fúeran características biológicas de las hembras, y los varones tuviesen las contrarias, los adultos no se pasarían la