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claro, me resisto a aceptar la violencia bajo cualquiera de sus formas y conside- ro que el respeto --bien entendido—, ha- cia la mujer (su cuerpo y su mente), de- bería ser una preocupación constante de los organismos de los Derechos Huma- nos.

A.F. - A riesgo de ser redundantes dire- mos que, esencialmente, el manifestarse en oposición a la pornografía no tiene

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Alternativa Feminista

una intención moralizante sino la de re- clamar por ciertos derechos, como el del cumplimiento de la ley 23.179 en la que nuestro pais se compromete a poner en práctica lo establecido -—desde 1980-- por la “Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer”.

IRIS MARINA


ESTADOS UNIDOS: ENTRE LA PORNOGRAFIA Y LA CENSURA

(FEMPRESS-ILET) Si la pornografía degrada a las mujeres e incita a la violen- cia contra ellas. ¿cómo combatirla? Dos feministas norteamericanas propu- sieron en 1984 una solución jurídica —y el inmediato debate ha dividido, a veces agriamente, al movimiento de mujeres aquí.

El proyecto traza una línea entre el derecho a la libre expresión de los pro- ductores de pornografía y el derecho de las mujeres a no ser violentadas. Aunque la evidencia no es definitiva, algunos estudios recientes señalan una conexión entre la difusión masiva de la pornogra- fía y el aumento de la violencia sexual contra las mujeres. “La pornografía es la teoría, la violencia es la práctica”, sintetizó la editora de “Sisterhood is Global”, Robin Morgan.

El proyecto de la profesora de dere- cho Catherine MacKinnon y la escrito- ra radical Andrea Dworkin permitiría a las mujeres que han sido atacadas, vio- ladas, o de alguna manera perjudicadas por la pornografía, demandar a los pornógrafos por daños y perjuicios. Esto incluye a mujeres que han sido obligadas a consumir, imitar o partici- par en pornografía.

Según esta ley. constituye pornogra- fía “la subordinación sexualmente explí-

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Por Mercedes Sayagués

cita de la mujer”, tal como “presentar a las mujeres deshumanizadas”, disfru- tando del “dolor y la humillación”, “en posturas de sumisión sexual” o como “putas por naturaleza”. Las imágenes de mujeres penetradas por objetos o animales, torturadas o degradadas, da- rían lugar a juicio. Así, el riesgo del li- tigio desalentaría a los productores de pornografía o, por lo menos, daría a las víctimas una posibilidad de compen- sación.

Cuando MacKinnon y Dworkin pre- sentaron la ordenanza en Indianapolis, y luego otras ciudades y condados la tomaron a estudio. curiosas coaliciones la apoyaron. Feministas radicales se aliaron con mujeres de la derecha políti- ca y del fundamentalismo religioso, lésbicas con miembros de la Mayoría Moral. Por ejemplo, Phyllis Schlafly, líder de la organización antifeminista y ultraconservadora Forum de las Aguilas, quien preconiza que el lugar de la mujer es en la casa y apoya la guerra de las Estrellas, está a favor de la ordenanza.

En contra del proyecto se manifes- taron otras tantas feministas, escrito- ras y artistas, abogadas de la Asocia- ción por las Libertades Civiles Norte-