sólo se la escuchará un momento siempre y cuando sea sumamente inteligente, con pensamientos claros, precisos, coherentes, y tenga por delante un título, un prestigio o mucho dinero.
Si se está con mujeres de la “tercera edad”, ellas te dirán: “Vio señora, cómo están las cosas? Cuando yo era joven, la juventud no era así”. Como qué no, contesto yo. Yo
era así y tambien asá. Y todavía sigo siendolo y creo que lo seré por un tiempo más,
Porque yo soy rubia de peluquería. Y me maquillo, y me compro zapatos lindos de taco bien bajito y me pongo polleras amplias a la moda, largas. Pero el espejo es tam- bién traidor y no me devuelve la imagen a la que estaba acostumbrada. A veces, sí; y entonces me pongo contenta porque yo no me siento vieja,me parece que todavía ten- go mucho tiempo por delante. Igual que una amiga mía que tiene más de 70 años y cuando le preguntan cuándo se casará, contesta: “No tengo apuro; me sobra el tiem-
Y qué dirías vos si me vieras en plena avenida Callao a las 12 del mediodía, besándo- me apasionadamente con uno de la “tercera edad””? No es cierto que me gritarías: “Eh! vieja loca, ¿qué hacés?” Y desde los co'ectivos y desde los camiones y todos me harían rueda y tal vez llamarían a algún vigilante para que me internara en alguna casa de sa- lud.
Sin embargo sería lindo vivir algo así ¿no te parece? No sería alentador para vos que tenés 30 ó 40 años, pensar que a los 60 podrías ser protagonista de tales cosas?
Pero no; hay que ser más seria, respetable; poner cara de que a mí ya no me pasa na- da más. Ya no siento, ni pienso, ni tengo más ardores, ni,pasiones, ni broncas, ni envi- dia. Nada, nada. Ya soy, pertenezco a la “tercera edad”; tengo que ser una buena, pa- ciente y “amante abuelita”; tengo que entrar en el box No 6 y jugar a que me divierto como vieja en partidos de canasta o de escoba de 15, o bailando o tejiendo o haciendo excursiones con los de la clase pasiva, aunque por dentro quiera hacer cosas muchas co- sas. Todo eso que tuve que postergar en mi juventud cuando mi hija era pequeña, cuan- do tenía que descubrir quién era yo, qué quería para mi vida, y con quiénes quería compartirla. Porque tenía qué entender por qué, como mujer, me sentía discriminada, entablillada con moldes sociales. Y ahora que sé qué es lo que quiero, con quiénes quie- ro seguir en mi sendero; ahora que logré comprender por qué las mujeres somos perso- nas de segunda categoría en la sociedad, me quieren entubar en el Box No. 6 destinado a la “tercera edad”.
No; me niego. No lo acepto. Mi negativa es R O T UND A. Quiero estar con todos, sin compartimientos estancos.: Quiero con todos, fabricar un mundo mejor donde haya lugar para todos: niños, jóvenes, ancianos. Y que no haya desigualdades de ningún tipo. Que no exista el poder, ni los ejércitos, ni las guerras, ni los jerarcas, ni ricos ni pobres.
Quiero que haya alimentos, viviendas, asistencia médica y educación para todos. Que no se viole más a las mujeres. Que los ríos y los mares vuelvan a ser limpios y el aire respirable. Que no se fabriquen más armamentos. Que el mundo no se divida más en mujeres y hombres; ni en jóvenes y viejos.
Quiero estar en un mundo donde la felicidad exista, sea real, sea corriente y no algo inalcanzable y utópico como lo es hoy. Que la esperanza, el bienestar y la alegría de vi- vir sea la única meta y el único objetivo de todos y para todos.9
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