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en el campo de la ciencia y el arte, por- dicen las mujeres; nuestro discurso lo

VIRGINIA WOOLF “UN CUARTO PROPIO”, Editorial Sudamericana. Bs. As., 1980.

debido, que casarse con una mujer de la vecindad, que le dio un hijo, también an- tes de lo debido. Esa aventura lo llevó a Londres a buscar fortuna. Tenía, parece, inclinación por el teatro; empezó cuidan- do caballos en la puerta.

Pronto consiguió trabajo en el teatro, tuvo éxito como actor, y vivió en el cen- tro del universo, frecuentando a todo el mundo, conociendo a todo el mundo, ejer- ciendo su arte en las tablas, ejercitando su agudeza en las calles, y haciéndose ad- mitir hasta en el palacio real. Mientras tanto, su bien dotada hermana, suponga- mos, se quedaba en casa, Era tan audaz, tan imaginativa, tan impaciente de ver el mundo como él. Pero no la mandaron a la escuela. No tuvo oportunidad de aprender gramática y lógica, menos aún de leer a Virgilio y Horacio. Hojeaba de vez en cuando un libro, uno de su hermano, quizá, y leía unas cuantas páginas. Pero entonces, venían los padres y le decían que fuera a zurcir las medias o atendiera el guiso y no malgastara su tiempo con libros y papeles. Le hablarían claro pero bondadosamente, porque eran personas de peso y que sabían-las condiciones de vida propias de una mujer y querían a su hija. En verdad, lo más verosímil es que la adorara su-padre.

Quizá garabateo algunas páginas a escon- didas, en el desván de las manzanas, pero tuvo buen cuidado de esconderlas o pren-


derles fuego. Sin embargo, antes de los

veinte años, decidieron comprometerla . con el hijo de un vecino clasificador de '

lana. Dijo a gritos que odiaba el matri- monio, y su padre la azotó severamente. Entonces dejó de reñirla, Le rogó que no lo disgustara y no lo avergonzara en aquel asunto del casamiento. Le daría un collar de cuentas y una linda enagua, le dijo; y tenía lágrimas en los ojos. ¿Cómo deso- bedecerlo? ¿Cómo partirle el corazón? La fuerza de su vocación la impulsó. Hizo un atadito de sus cosas, se deslizó una no-

«che de verano por una cuerda y tomó el .

camino de Londres. No había cumplido aún diecisiete años. ...os pájaros que can- taban en los cercos no eran más musica- les. Tenía la más pronta imaginación, un don como su hermano para la música de

las palabras. Como él, tenía inclinación .

por el teatro, Se paró en la puerta del teatro; dijo que quería representar. Los hombres se le rieron en la cara. El empre- sario — un hombre gordo de labio caido — soltó la carcajada. Rezongó algo sobre perros bailando y mujeres representando — no hay mujer, dijo, que pueda ser ur. actriz. — Insinuó — lo que ustedes imagi- nan. Ella no tenía dónde aprender. ¿Po- día acaso buscar su comida en una taberna o rondar las calles a medianoche?

Sin embargo, su inclinación era nove- lística y quería alimentarse infinitamente de vidas de hombres y de mujeres y del estudio de sus modos de ser. Al fin — por- «ue era muy joven, muy parecida de rostro

a Shakespeare el poeta, con los mismos *

ojos grises y las cejas arqueadas — al fin Nick Greene el empresario se apiadó de ella; un buen día, se encontró encinta y entonces — ¿quién medirá el calor y la

violencia de un corazón de poeta, arraiga- |

do y envuelto en el cuerpo de una mujer? — se mató una noche de invierno y yace en-

terrada en alguna encrucijada donde ahora '

se detienen los ómnibus frente al Elefante y la Torre 9

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