+ La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades. (Aristóteles)
que nos dimos cuenta de que era una cuestión bien política y solamente polí- ticamente se podía arreglar, pasó bas- tante tiempo. (Madres de Plaza de Ma- yo, N* 3, febrero 1985). El tiempo que media entre los dos mundos alienados de lo familiar y lo social bajo el régimen capitalista, el tiempo mental que media entre los roles estereotipados en que mujeres y hombres son educados desde pequeños. De la afectividad limitada, siugular (de ser egoístas, de ocuparnos osotras mismas, de nuestra ta" al compromiso con la sociedad . es decir, con su futuro, con la ju- ud. El tiempo que insume el traba- proceso de incorporar una tradi- echa, a la propia. Si las Madres, en cuanto a lo político ¡ere, han arrancado la careta de la democracia de la endeble sociedad civil argentina, y han sacudido el polvo de- mocratoso de las máscaras harto ajadas de nuestra sociedad política, ¿a qué han arribado en cuanto a la compleja rela- ción con el rol materno tradicional?
Se podría decir que, en cierto modo, se produjo una operación de hiperboli- zación de lo materno: 1) por un lado, se universaliza la función (“no solamente estábamos las madres, estaban los hijos representados en la juventud”; “yo no quiero que les pase nada —en las movi- lizaciones—, trato de traerlos, me sien- to siempre una mamá”, (reportaje El Porteño), con lo cual la hipérbole culmi- naría en su misma negación. Ya que ser Madre de todos los jóvenes es tomar pa- ra sí el lugar simétricamente opuesto al tradicional.
Universalizar la función de madre significa convertirla en función social. La familia, como institución fundamen-
20 tal de la sociedad de clases — y en su in-
terior, en el centro, la madre, polo de
estabilidad emocional — se hace cargo
de funciones sociales por excelencia a
descargo el Estado (desde la reprodue
ción de la especie hasta la salud y el
cuidado de niños y ancianos). Esta ato-
mización, en que cada familia es respon-
sable individual por el grado de bienes-
tar de sus integrantes, aparece a los
ojos de éstos como un hecho natural,
inherente a la familia misma (cuya natu-
ralidad —felizmente— nadie ha logra-
do demostrar jamás). Las Madres, al de-
volver a la sociedad la función del cuida-
do de los hijos, al no guardárselo mez-
quina y tontamente, al “desnaturalizar”
el rol de madre para convertirlo en uni-
versal, devuelven a la sociedad uno de
sus elementos más revolucionarios. Por
otra parte, esta extensión anula por
principio a la madre en tanto dueña de
sus hijos, función de sus existencias, y
con derecho a control, uso y abuso.
2) Por otra parte, ya no sólo extien- den su función a todos los jóvenes, sino que se hacen cargo de la lucha de sus hi- jos, dando una vuelta de tuerca más en su politización. (“Hasta ahora, por pedir la aparición con vida por todos y para todos, nunca le hemos dicho al pueblo quiénes son los desaparecidos y qué quería cada uno de ellos. Y creo que es hora de que empecemos realmente a le- vantar esa consigna, explicar a la gente qué quería la mayoría de los desapareci- dos, qué hacían, cómo trabajaban, dentro de qué lugar estaban haciendo su pelea” (El Porteño). Aparece aquí un movimiento positivo hacia la integra- ción de las diversas experiencias de lucha —la propia y la de los hijos/juven- tud— descentrando de cuajo ei rol ma- terno tradicional, precisamente en este movimiento de fusión.