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Almanaque Sud-americano

de la eterna dicha, á que tenía derecho por sus altas virtudes y merecimientos.

Sus preciosos despojos fueron depositados en las bóvedas del templo de Santo Domingo, con asistencia del venerable Capítulo y de todos los religiosos, siendo trasladados años después al lado derecho del altar mayor de la misma iglesia, con las más pomposas ceremonias.

Con motivo de la larga y forzosa tramitación seguida ante la Sagrada Congregación de Ritos para obtener su canonización, fué necesario remitir á Roma parte de los sagrados restos, los que aún se conservan en el Vaticano, siendo objeto de la mayor veneración.

La lujosa urna que poseen actualmente los Padres dominicos, y en que se encuentran sus principales reliquias, consta de dos compartimientos: en el inferior se halla convenientemente colocado el cráneo de la santa, así como otras partes de su precioso cuerpo, y en el superior, más pequeño, una carta escrita de su puño y letra á D.ª María de Uzátegui y un manto primorosamente bordado por ella.

En el santuario de Santa Rosa, edificado en el lugar que ocupaba la casa en que vivió, situada dos cuadras distante del convento dominico, es objeto de asidua devoción por parte de los fieles una corona compuesta de tres órdenes de púas, cada uno de los cuales constaba de treinta y tres, y que en memoria de los años del Redentor llevaba diariamente enclavada en sus adorables sienes.

Existe también en el santuario el pozo á que la santa arrojó la llave del candado que cerraba el espantoso cilicio con que maceraba sus inocentes carnes. Cuenta más de trescientos años, y está perfectamente trabajado de cal y canto, componiéndose su fondo de piedra rodada y arena.

Algunas reliquias más se encuentran repartidas entre el convento de Santa Rosa de las Monjas y el de Santa Catalina, situado en la plazuela del mismo nombre.