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Pero Myrrha, agena á todo lo que la rodeaba, permanecía aparte parada cerca de las rejas.

Varios beluarios[1] abrieron simultáneamente la puerta de la prisión y la de la jaula de los leones; y un gran silencio reinó de repente

Myrrha entró la primera en la arena. Vio al emperador sobre su estrado; y con paso rápido y firme, se dirijió directamente á él.

Es necesario que me vea, pensaba, y ha de ser cerca de él que rendiré mi alma para salvar la suya.

Calixto la seguia, tan rápidamente como le permitían sus achaques.

Los leones habían salido de la jaula: y deslumbrados en el primer momento, por la luz, súbito se habian detenido los unos, y los otros daban vueltas sin rumbo, rastreando la arena.

Myrrha con los ojos lijos en Nerón, caminaba siempre. — Medio inclinado hacia uno de sus compañeros, el emperador sintió esa mirada y se volvió. Creyó que la joven venia a implorar su Gracia y animó su rostro una sarcástica sonrisa.

Pero la joven llegó hasta el pié del estrado, sin pronunciar una palabra, ni levantar sus manos unidas; y allí inmóvil, continuó clavando en él sus ojos.

Sus sueltos cabellos, caian sobre sus espaldas y un girón de su vestido descubría su busto delicado.

Nerón, avanzó un poco su cabeza de Dios bestial y una chispa fugaz se encendió bajo sus pesados parpados. Se levantó y llamando por su nombre al jefe de los beluarios; hizo la señal de gracia......

Uno de los leones, habia visto á Myrrha y se aproximaba á grandes pasos......

Entonces, el viejo Calixto, que habia comprendido el ademán del emperador, tomo á Myrrha entre sus delgados brazos, y la empujó hacia el léon con todas sus fuerzas......

Julio Lemaitre.
  1. Esclavos encargados de las fieras en el circo.