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Kirsba, para saber en que lugar habian llevado á su amada.

Para saber en que lugar estaba su amada fué á consultar á la hechicera:—Vuelve á tu casa, le dijo; en la puerta te espera un droschky; no te inquietes por nada, el caballo te conducirá á donde quieres ir; cuida únicamente de volver antes de ponerse el sol.

Vuelve antes de ponerse el sol, le habia dicho la hechicera; pero habiendo encontrado sola á su amada, en una casita del bosque, se olvidó de la recomendación hasta la noche, y al darle los últimos besos llenos de promesas y proyectos para el porvenir, vio que el sol se hundia en el negro bosque de abetos, que debia atravesar á su regreso.

Debia atravesará su regreso un negro bosque de abetos; subió apresuradamente en el droschky; el caballo partió al gran trote sin oírse sus pasos sobre la nieve y en el dintel de su puerta, Nora, sonriendo, la enviaba besos, gritándole:

— Vuelve pronto.

Vuelve pronto, repetía Nora, mientras el caballo principiaba á salvar el lindero del negro bosque de abetos y los lobos saliendo de sus madrigueras, seguían al vehículo, lanzando lúgubres aullidos.

Aullaban lúgubremente, manteniéndose á distancia, porque el sol aparecía todavía como una gran mancha roja á través de las ramas; pero de pronto la mancha roja desapareció é Iván, acordándose de la recomendación de Kirsba la hechicera, apuró á su caballo, que galopaba, galopaba, seguido de toda la manada de lobos.

Seguido de toda la manada de lobos, fué inútil que el pobre caballo galopara, no se volvió á ver á Iván; y á la puerta de la casita, allá en las estepas de la Finlandia, la pálida Nora, viene á interrogar á menudo al bosque con la mirada, pero jamás, el negro bosque de abetos ha revelado su secreto.

Tourgueneff.