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una bandeja llevando una sopera con puchero de gallina y una cafetera con café con leche, entregándome un peso fuerte».

Por la tarde se repitió el envío y así duró cerca de un mes y medio que el teniente estuvo en cama.

Despues supo que esa atencion la debia á quien él lo maliciaba: å San Martín.

Mas adelante, cuando ya Olazabal podia caminar con muletas, un día que atravesaba el patio del cuartel, oyó la voz del centinela de la puerta que gritó: Los de guardia ¡el general! San Martin cuando andaba á caballo siempre era al trote largo; así es que no le dió tiempo á esconderse y al verlo se detuvo, se apeó, y dirigiéndose al inválido, le puso la mano en el hombro, diciéndole:

— Y bien, hijo, que tiene usted?

— Señor, una rodada que he dado.

— Siempre será usted calavera, eh! Cuidese usted y no vuelva á rodar.

Melian y Olazábal tomaron parte distinguida despues en Chacabuco y Maipú. — El último actuó también en la guerra civil.

El mayor murió el 1° de diciembre de 1857 y el mas jóven el 19 de julio de 1872.

Sus restos esperan el día no lejano de ser colocados en el Panteon Nacional.