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tes elogiado en las críticas. Caminaba pensando en su enorme caudal. — Me alcanza para cuatro días más. — Baja la frente, pálido el rostro, de palidez iluminada, parecia que, como vaga idea, erraba para escuchar mejor algún nuevo canto de su inspiración. Pero los poetas son hombres de estómago y, por lo general, de buen diente; y Horacio se dirigía en esa tarde tibia de primavera á un restorán de comida á precio fijo, repitiéndose : — Me alcanza para cuatro días, — con la preocupación del negociante al vencimiento de su pagaré. En el camino encontró á un amigo que, siguiendo la costumbre, le preguntó que cómo estaba, que de dónde venia y á dónde iba. — ¿Y vos?... — Sin rumbo. Mas se me ocurre una feliz idea en la alegría de verte. ¿Tienes dinero? — Poco. — Lo mismo yo... Pagaremos á medias: ¡vamos á comer al café de París! — ¡Hum!... — Quiero leerte á la mesa otro capítulo de mi novela... Lo llevo en el bolsillo escrito con lápiz, en papel de envolver. — Entonces, ¡vamos! Y Horacio gastó sus diez pesos en el calé de París, más lo del amigo, y todavía quedó debiendo. Llena la cabeza de vino del Rhin y llena de sueños de amor, de gloria, de riqueza, y más fundido que nunca, regresó á su vivienda para acostarse en el suelo, solo, abandonado, pero lleno de sueños de amor, de gloria y riqueza!


¡Qué triste despertar! ¡Cuántas reflexiones sobre la vida se desarrollaban abrumadoras en su espíritu! ¿Qué se hicieron las ilusiones? Con la noche se fueron. El día presenta á los ojos del hombre la realidad de su situación en el mundo. Horacio, como asustado ante ella, cerró los ojos para volverse á dormir; pero no pudo. — ¡Qué diablos! Estaré destinado á dejar de ser lo que soy, un desgraciado, suicidándome. — Y dejó el lecho, se vistió, tomó el revólver y, sin cerrar la puerta, salió á la calle. Eran las once. Una pequeña esperanza de salvación abrigaba. Habia escrito un artículo económico. — No es literatura: me lo pagarán. — Sólo desde las dos de la tarde podria encontrar al director de La Nación. Hasta esa hora, ¿vagaria en ayunas? No. Se decidió á ir sin medio al café. — No es humanitario no comer