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 Es la luz del ayer que centellea
 En el desierto de hoy...
Eco del harpa en cuyas cuerdas rotas
Aún duerme la armonía de una voz!...

 Podrá arrancar la voluntad del alma
 El hierro que la hirió:
Aborrecer lo que adoraba un tiempo
Pero invocar al negro olvido... nó!...


CONSOLACIÓN


 No prodigues tus lágrimas en vano,
Dulce Antonio, por leves sinsabores,
Ni humilles tu altivez á los rigores
De infame ingratitud en pecho humano.

 Recobra de tu espíritu lozano
La serena quietud; y nunca llores
Mientras mi amor ofrezca á tus dolores
Brazos de amigo y corazón de hermano.

 Llora ay cuando al deber y á las ideas
Sacrifiques tu bien, y en torpe juicio
Tu ofrenda santa escarnecida veas.

 ¡Llora cuando, ciñiéndote el cilicio,
Befado expires, y expirando creas
Que el mismo Dios rechaza el sacrificio!