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libro 2.º—capítulo iii.—§ 2.º

vida, debe preocupar en primer término á los legisladores. La Naturaleza nos enseña que, desde las altas cumbres desciende la vida á los campos.

La educación, en que se funden el orden intelectual y moral, permite apreciar el valor de la Ciencia.

Los exámenes. La necesidad de éstos varía según la edad de los alumnos. Para los alumnos de corta edad son altamente convenientes. El temor, el estímulo y cierta vanidad infantil, influyen en sus naturalezas no formadas. Y puesto que los primeros años son los del predominio de la memoria y de la imaginación, edad de la adquisitividad, en que es conveniente almacenar en la inteligencia vacía de conocimientos, cuanto se pueda, aunque sea artificiosamente, el examen tiene gran importancia. Y ésta va disminuyendo, á medida que se hacen los estudios más reflexivos. El resultado debe apreciarse por lo que se ha hecho, más que por lo que pueda decirse en una prueba de carácter principalmente teórico.

El dar excesiva importancia á los exámenes, tiene el inconveniente de subordinar los cursos á éstos. La enseñanza puede convertirse en una preparación para el examen; su fin será reducirse á preparar contestaciones á las preguntas del programa. Y nada hay tan antagónico respecto á la Ciencia, como esto. Tales resultados pueden expresarse muy bien por el verbo papagayear. Y cierta mente que, con cursos tan breves como interrumpidos y con enseñanzas exclusivamente teóricas, se ha papagayeado bastante.

Por otra parte, la suerte es un factor que interviene en el resultado de los exámenes, si los tribunales juzgan exclusivamente por éstos; pues alguna inesperada casualidad es decisiva, cuando se encierra á un individuo en un estrecho círculo, de donde no puede salir, para mostrar fuera de él, que solo el acaso ha podido conducir á un juicio inexacto.

Además, el rigor en los exámenes tiene que ser muy relativo. Debe depender del grado de esplendor de la enseñanza. Cuando este organismo es deficiente, no es justo ni posible un excesivo rigor. La oferta debe ajustarse á la demanda, y el rigor debe corresponder á lo que se enseña.

Todavía no hemos comenzado á examinar entre nosotros las