imitadores con un falso colorido, desfigurando la historia con mentidas tradiciones; prohijando la afectada exageración de los libros caballerescos, y prestando á los personajes históricos que pretende describir, los atrevidos rasgos con que aquélla pudo realzar á sus héroes fabulosos; remedando á veces su estilo pomposo y recargado, y otras complaciéndose en dejar atrás la natural grosería de la plebe, en cuadros repugnantes por su absoluta desnudez.
La combinación, sin embargo, de estas dos clases de novela (siempre que aquélla se haga con el debido ingenio y filosofía), es la que promete, á mi entender, á este género de composición, una verdadera importancia y una gloria duradera. La novela, pues, para ser lo que la literatura quiere hoy que sea, ha de describir costumbres, ha de desenvolver pasiones, ha de pintar caracteres; si á estas condiciones generales añade la circunstancia de que las costumbres, los caracteres, las pasiones que describa, se enlacen naturalmente con los nombres históricos, vengan á formar el cuadro general de una época marcada en la historia de cada país, la novela entonces adquiere un valor sumo, y reúne las más ventajosas condiciones del teatro, de la cátedra y de la historia.
Excusado es decir cuánta observación, cuánto