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RAMÓN DE MESONERO ROMANOS.

aproximada del espectáculo que ofrece aquella ciudad oriental, aquella vida pública y transparente, aquel concierto unánime de goces y sensaciones. Por un contraste difícil de explicar, las calles de Sevilla son, en lo general, las más estrechas, tortuosas y mal empedradas de Europa, al paso que las casas podrían disputar á las más bellas y ricas del mundo. La policía urbana compite en descuido y abandono, con el aseo y elegancia de los ciudadanos en el interior de sus mansiones. Éstas, embaldosadas de ricos mármoles, decoradas con exquisito gusto, son realmente la antítesis más perfecta del maldito empedrado de las calles, sus agudos guijarros, su desnivel y repugnante aspecto. Las fachadas sencillas y hasta pobres de las casas, contrastan igualmente con su cómodo interior; la uniforme blancura de las tapias desnudas de adornos, la sencillez de las rejas y balcones sólo disimulada con los tiestos y flores que los adornan, no permitirían adivinar las exquisitas labores, los lujosos atavíos que estas mismas habitaciones ostentan en su interior. Sería por demás el relatar aquí el intrincado laberinto de las calles ó callejuelas de aquella antigua ciudad; sus complicados giros y correspondencias, círculos y rodeos; su estrechez é irregularidad, que, si bien sirve á templar los ardores del estío y hacer grata su frescura al