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gozar mejor de los bosques que las costas limitan, y presta mas atencion á la fisonomía de las plantas. Pero Colon escribe un diario de viaje y traza en él las vivas impresiones de cada dia, mientras que la epopeya de Camúens celebra las hazañas de los portugueses. El poeta, habituado á los sonidos armoniosos, no Intentó siquiera tomar de la lengua de los indígenas nombres bárbaros para introducir las plantas exóticas en la descripcion de un paisaje que no era, despues de todo, sino el fondo del cuadro delante del cual se agitaban sus personajes.
Háse comparado frecuentemente la fisura caballersca de Camóens, con lafigura no menos romántica del guerrero español Alonso de Ercilla, que sirvió bajo el reinado de Cárlos V. en el Perú y Chile, y en esas lejanas latitudes cantó las acciones en que él habia tomado una parte gloriosa; pero nada hace suponer en toda la epopeya de la Araucana que el poeta hubiese observado de cerca la Naturaleza. Los volcanes cubiertos de perpetua nieve, los valles abrasadores á pesar de la sombra de los bosques, los brazos de mar que penetran á lo lejos en las tierras, no le han inspirado casi nada que pueda constituir una imágen. El elogrio escesivo que Cervantes hace de Ercilla, cuando pasa revista graciosamente á la biblioteca de Don Quijote, casi no puede esplicarse sino por la ardiente rivalidad que existia entonces entre la poesía española y la poesía italiana; y quizás sea este juicio el que ha engañado á Voltalre como á otros muchos críticos modernos. La Araucana es indudablemente un libro en que se respira un noble sentimiento nacional; las costumbres de una tribu salvaje que combate por la libertad estan en él descritas calurosamente; pero la diccion es lánguida, recargada de nombres propios y sin rasgo alguno de entusiasmo poético (96).
Este entusiasmo brilla en cambio en muchas estrofas del Romancero caballeresco (97), en las poesías religiosas y