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las nieves perpétuas que coronan los Alpes, y se coloran de rojos reflejos á la salida y puesta del Sol; ni fijaron su atencion en el estado de los azules ventisqueros, ui en la imponente naturaleza del paisaje suizo. Sin embargo la Helvecia se vela continuamente atravesada por estadistas ó generales que se dirigian á (salia, y llevaban literatos en su compañía. Todos estos viajeros limítanse solo á quejarse del mal estado de los caminos, sin distraerse nunca con el romántico aspecto de las escenas de la Naturaleza. Sabido es que Julio César, cuando volvió á (salia en busca de sus legiones, «aprovechó el tiempo componiendo, durante el paso de los Alpes, un tratado de gramática, de Analogía (40). Silio Itálico, que murió en tiempo de Trajano, en una época en que ya la Suiza alcanzaba un estado floreciente de cultura (41), celebra con pasion todos los barrancos de Italia y las sombrías orillas del Liris, hoy Garellano; pero representa la region de los Alpes como un horrible desierto falto de vegetacion (42). Noes menos sorprendente que el maravilloso aspecto de las rocas de basalto cortadas en columnas naturales, como las quese encuentran en el centro de Francia, á orillas del Rhin, y en la Lombardía, no decidiera á los Romanos á describirlas ni aun 4 mencionarlas siquiera.
Mientras se agotaban los sentimientos que habia inspirado la antigúedad clasica, que separando los ánimos del estado pasivo del mundo inanimado los dirigia hácla la accion y mauifestacion de las fuerzas humanas, aparecia un nuevo espíritu, el cristianismo, que se estendia poco á poco llevando á todas las esferas su benéfica influencia. Ocupado, aun allí donde prevalecia como religion del Estado, en la emancipacion civil de la raza humana y £n la rehabilitacion de las clases inferiores, á la vez emancipaba á la Naturaleza ensanchando sus horizontes. Ya no se fijaba la vista constantemente en las formas de las divini-