del encanto de la imaginacion, ya se limita solo 4 describir minuciosamente las áridas realidades de la ciencia, sin que la ficticia elegancia del lenguaje pueda suplir al sentimiento de la Naturaleza ni al desvanecido entusiasmo. Como produccion de aquellos tiempos estériles, durante los.cuales la forma poética no es sino un adorno prestado lanzado al acaso sobre el pensamiento, debemos citar el poema del Mosela de Ausonio. Nacido en Aquitania, Ausonio acompañó á Valentiniano en su espedicion contra los Alemanes. Su poema del Mosela, compuesto en la antigua ciudad de Tréveris, celebra en muchos pasajes, y no sin gracia, los viñedos que se elevan formando laderas á orillas de uno de los mas bellos rios del suelo germánico (33). Desgraciadamente los principales objetos de este poema, esclusivamente didáctico en demasía, vienen á ser la topografía de la comarca, los arroyos que alu yen al Mosela, y las diversas especies de peces que le pueblan, con espresion de su forma, de sus colores y costumbres.
No son menos raras las descripciones de la Naturaleza entre los prosistas romanos que entre los prosistas griegros. Hemos citado mas arriba algunos pasajes notables de Ciceron. Los grandes historiadores Julio César, Tito Livio y Tácito, apenas hacen otra cosa que describir incidentalmente un campo de batalla, el paso de un rio Ó de desfiladeros impracticables en las montañas; no refiriéndose á la Naturaleza sino en cuanto sienten la necesidad de representar al hombre luchando con los obstáculos que ella le opone. No puedo leer en los anales de Tácito, sin cierto placer, la travesía de (termánico por el Ems (Amisia), y la gran descripcion geográfica de las cadenas de montañas que costean la Siria y la Palestina (36). Quinto Curcio ha pintado tambien muy felizmente la soledad de los bosques que debió atravesar el ejército macedónico, al Oeste de Hecatompylos, en la pan-