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ble de las propiedades de la materia, ó para hablar en lenguaje mas conforme con la filosofía natural, fáltanos descubrir séries enteras de fenómenos que dependen de fuerzas de que ninguna idea tenemos en la actualidad; laguna que por sí sola sería suficiente para hacer que fuese incompleta toda representacion unitaria de la totalidad de los hechos naturales. Tambien en el fondo mismo del goce que le inspira el cuadro de sus conquistas, el espíritu, inquieto, poco satisfecho del presente, esperimenta como una especie de malestar, cediendo al deseo enérgico que le lleva incesantemente hácia las regiones de la ciencia aun inesploradas. Estas aspiraciones de nuestra alma anudan mas fuertemente el lazo que une el mundo sensible al mundo ideal en virtud de las leyes supremas de la inteligencia, y vivifican esta relacion misteriosa «de la impresion que recibe nuestra alma del mundo esterior y el acto que la refleja del seno de sus mismas profundidades.»

Siendo ademas la naturaleza (considerada como conjunto de séres y de fenómenos) ilimitada en cuanto á sus contornos y á su contenido, nos presenta un problema que toda la capacidad humana no podria abarcar, problema insoluble, porque exige el conocimiento general de todas las fuerzas que se agitan en el Universo. Bien puede hacerse semejante confesion, cuando nos proponemos por único objeto de nuestras investigaciones inmediatas, las leyes de los séres ó de sus desenvolvimientos, y cuando nos sujetamos á seguir un solo camino, el de la esperiencia guiada por un método de induccion rigurosa. Es verdad que se renuncia asi á satisfacer la tendencia que nos lleva á considerar la naturaleza en su universalidad, y á penetrar la esencia misma de las cosas; pero la historia de las teorías generales sobre el mundo, que hemos reservado para otra parte de esta obra, prueba que la humanidad puede solamente aspirar al conocimiento parcial, aunque cada vez mas pro-