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una causa distinta, sin perder por ello su estratificacion, recordando por esta disposicion la estructura física de un tizon carbonizado á medias, en el cual pueden seguirse las señales de las fibras leñosas, aun mas allá de los puntos que presentan todavía los caracteres naturales de la madera.» (Cf. los Annales des Sciences naturelles, t. XIV, p. 118-122, y M. de Dechen, Geognosie, p. 553). Entre las pruebas mas sorprendentes de la metamórfosis de las rocas bajo la influencia plutónica, es preciso contar las belemnitas de esquisto de Nuffenen (valle alpestre de Egino y ventisquero de Gries), y las que M. Charpentier ha encontrado en el pretendido calcáreo primitivo, sobre el flanco occidental de la Garganta de Seigne (entre el Cercado de Montjovet y la barraca alpina de la Lanchette) que me enseñó en Bex, en el otoño de 1822 (Annales de Chimie, t. XXIII, p. 262).

^(73)  Pág. 240.—Hoffmann, en los Annalen de Poggend., t. XVI, p. 552: «Los estratos de esquisto arcilloso de transicion que pueden observarse en el Fichtelgebirge, sobre una estension de tres miriámetros, se han trasformado en gneiss por los dos estremos únicamente en que se hallan en contacto estas capas con el granito. Allí se ve como se ha formado el, gneiss poco á poco; como el mica y las amigdaloides feldespáticas se han desarrollado en la masa interior del esquisto que contiene en sí mismo todos los elementos de estos minerales.»

^(74)  Pág. 240.—Entre las obras de arte que nos ha legado la antigüedad griega y romana, no se encuentran columnas ni grandes vasos de jaspe; hoy mismo los montes Ourales solamente suministran pedazos de jaspe de grandes dimensiones. La materia que se esplota en Altai (Revennaja Sobka) con el nombre de jaspe, proviene de un magnífico pórfido alistonado. La palabra misma se encuentra en las lenguas semíticas; y ha sido aplicada tambien á fragmentos de jaspachat, y á una especie de ópalo jaspóide conocido entre los antiguos con el nombre de jasponyx, esto es al menos lo que parece resultar de la descripcion embrollada que se lee en Teofrasto, (de Lapid., c. 23 y 27) y en Plinio (l. XXXVII, c. 8 y 9), este último coloca al jaspe entre el número de las gemas opacas. Esta materia era tan poco comun entre los antiguos, que hablando de un pedazo de jaspe de once pulgadas de longitud, Plinio creía deber afirmar que él mismo habia visto esta rareza. «Magnitudinem jaspidis undecim unciarum vidimus, foratamque inde effigiem Neronis thoracatam.» Segun Teofrasto la piedra llamada smaragd, ó esmeralda, de la cual se han hecho grandes obeliscos, no era sino una especie de jaspe sin listas.

^(75)  Pág. 240.—Humboldt, Lettre á M. Brochant de Villiers, en los An-