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servaciones de M. de Rossel, en el Voyage d' Entrecasteaux, t. II, p. 287, 291, 321, 480 y 644. En todas las Tablas de intensidad magnética que han aparecido, ya en Alemania (Hansteen, Magnet. der Erde, 1819, p. 71; Gauss, Beobacht., des magnet. Vereins, 1838, p. 36-39: Erman, physik. Beohacht., 1841, p. 529-579), ya en Inglaterra (Sabine, Report on magnet. Intensity, 1838, p. 43-62; Contributions to terrestrial Magnetism. 1843), ya en Francia (Becquerel, Traitè d'Electr. et de Magnet., t. VII, p. 354-367), se ha conservado la costumbre de reducir las oscilaciones observadas en cualquier parte de la superficie del globo á la medida de la fuerza hallada por mí sobre el ecuador magnético en el Perú septentrional; y tomando esta fuerza por unidad convencional, es como la intensidad magnética de París está bien espresada por 1,358. Pero hay otras observaciones anteriores, aun á las del almirante Rossel, hechas por Lamanon durante la desgraciada espedicion de Lapérouse, y dirigidas á la Academia de ciencias. Sábese positivamente (Becquerel, t. VII, p. 320) que estas observaciones, empezadas en la isla de Tenerife (1785) y continuadas hasta la llegada á Macao (1787), se hallaban ya en manos de Condorcet en julio de dicho año; pero hasta ahora han sido inútiles cuantas diligencias se han hecho para encontrarlas. El capitán Duperrey posee copia de una carta muy importante de Lamanon, dirigida al secretario perpétuo de la Academia, y olvidada al imprimir el Viaje de Lapérouse, en la que se dice espresamente «que la fuerza atractiva del imán es menor en los trópicos que avanzando hácia los polos, y que la intensidad magnética deducida del número de oscilaciones de la aguja de la brújula de inclinacion, cambia y aumenta con la latitud.» Si la Academia de Ciencias se hubiera creído autorizada á anticipar la vuelta, tan esperada entonces, del infortunado Lapérouse, y á publicar en 1787 una verdad que han tenido que descubrir despues dos viajeros completamente estraños el uno al otro, la teoría del magnetismo terrestre no habría esperado diez y ocho años el progreso que debia imprimirle el descubrimiento de una nueva clase de fenómenos. Esta sencilla esposicion de los hechos justificará sin duda el pasaje siguiente de mi Relation historique, t. III, p. 615: «Las observaciones acerca de las variaciones del magnetismo terrestre á que me he dedicado durante treinta y dos años, valiéndome de instrumentos comparables entre sí, en Europa, en América y en Asia, abrazan en ambos hemisferios, desde las fronteras de Dzungaria china, siguiendo hacia el Oeste, hasta el mar del Sud que baña las costas de Méjico y del Perú, un espacio de 188° de longitud, comprendido entre los 60 de latitud Norte y los 12 de latitud austral. He considerado la ley del decrecimiento de las fuerzas magnéticas, del polo al ecuador, como el resultado mas importante de mi viaje á América.» No es cierto, pero es muy probable, que Condorcet leyera la carta de Lamanon del mes de julio de 1787 en una sesion de la Academia de