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de sus ingeniosas obras pretende «que nuestra ignorancia respecto de las cosas de la naturaleza es la causa principal de la admiracion que nos inspiran, y fuente de que nace el sentimiento de lo sublime.»

En tanto que la ilusion de los sentidos fija los astros en la bóveda del cielo, la astronomía con sus atrevidos trabajos engrandece indefinidamente el espacio. Si circunscribe la gran nebulosa á la cual pertenece nuestro sistema solar, es únicamente para enseñarnos mas allá, hácia regiones que huyen á medida que las potencias ópticas aumentan, otras islas de nebulosas esporádicas. El sentimiento de lo sublime, cuando nace de la contemplacion de la distancia que nos separa de los astros, de su magnitud, y en general de la estension física, se refleja en el sentimiento de lo infinito, que pertenece á otra esfera de ideas, al mundo intelectual. Cuanto el primero ofrece de solemne y de imponente, lo debe á la relacion que acabamos de señalar, á esa analogía de goces y de emociones que sentimos, ya en medio de los mares, ya en el Océano aéreo, cuando capas vaporosas y semidiáfanas nos envuelven sobre el vértice de un pico aislado, ya en fin delante de uno de esos poderosos instrumentos que disuelven en estrellas lejanas nebulosas.

Aquel trabajo que consiste en acumular observaciones de detalle, sin relacion entre si, ha podido inducir, es cierto, á ese error profundamente inveterado, de que el estudio de las ciencias exactas debe necesariamente enfriar el sentimiento y disminuir los nobles placeres de la contemplacion de la naturaleza. Los que, en los tiempos en que vivimos, en medio del adelanto de todas las ramas de nuestros conocimientos y de la misma razon pública, alimentan todavía semejante error, ni aprecian bastante cada progreso de la inteligencia, ni lo que puede el arte encubrir el detalle de los hechos aislados, para elevarse á resultados generales. Al temor de sacrificar el libre goce de la naturaleza,