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parte de los Scriptores rerum Bohemicarum, de Pelzel y Dobrowsky, 1784. (Astron. Nachrichten de Schumacher, diciembre 1839).

Del 9 al 10 de noviembre de 1787, observó Hemmer numerosas estrellas errantes en el mediodia de Alemania, y particularmente en Manheim. (Kæmtz, Meteorologie, parte III, p. 237).

El 12 de noviembre de 1799, despues de la media noche, tuvo lugar la gran lluvia de estrellas errantes que hemos descrito Bonpland y yo, y que fue observada en gran porcion de la tierra (Relat. hist., t. I, p. 519-527).

Del 12 al 13 de noviembre de 1822, Klœden vió en Postdam un gran número de estrellas errantes entremezcladas con bólidos (Gilbert's Annalen, t. I, LXXII, p. 219).

El 13 de noviembre de 1831, hácia las cuatro de la mañana, vió el capitan Bérard una gran lluvia de estrellas errantes en la costa de España á la altura de Cartagena, (Annuaire de 1836, p. 297).

En la noche del 12 al 13 de noviembre 1833, la memorable aparicion tan bien descrita por Denison Olmsted, en la América del Norte.

En la del 13 al 14 de noviembre de 1834. el mismo fenómeno, aunque un tanto menos marcado, en la América del Norte (Poggend., Annalen, t. XXXIV, p. 129).

El 13 de noviembre de 1835, un bólido esporádico cayó cerca de Belley, departamento del Ain, y prendió fuego á un monton de leña. (Annuaire de 1836, p. 296).

En 1838, el flujo de las estrellas errantes se manifestó con mayor claridad del 13 al 14 de noviembre (Astron. Nachrichten, 1838, n.° 372).

^(67)  Pág. 108.—Me consta que de sesenta y dos estrellas errantes observadas en Silesia (1823), por invitacion de Brandes, viéronse muchas de ellas á una altura de 34, 45 y aun de 74 miriámetros. (Brandes, Unterhaltungen für Freunde der Astron. und Physik, libro 1.°, p. 48); pero á causa de la pequeñez de su paralaje, Olbers cree dudosas todas las determinaciones de alturas que escedan de 22 miriámetros.

^(68)  Pág. 109.—La velocidad planetaria, es decir, la celeridad de traslacion de los planetas en sus órbitas, es en Mercurio de 4,9; en Venus, de 3, 6; en la Tierra, de 3, 0 miriámetros por segundo.

^(69)  Pág. 109.—Segun Chladni, fue un físico italiano, Paolo Maria Terzago, el primero que consideró los aerolitos como piedras arrojadas por la Luna. Emitió con efecto esta idea en 1660, en ocasion de haber sido muerto en Milan un monje franciscano por la caida de un aerolito. «Labant Philosophorum mentes,» dice en su obra (Musæum Septalianum, Manfredi Septalæ, Patricii Mediolanensis, industrioso labore constructum. Tortona,