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término medio, ocho estrellas errantes por hora en el círculo que abraza una sola persona; y aun otro escelente observador, Olbers, reduce este número a cinco ó seis. (Annuaire de Schumacher, 1836, p. 325).

^(61)  Pág-. 105.—Sobre el polvo meteórico, véase Arago, en el Annuaire de 1832, p. 254. Hace muy poco he tratado en otra obra (Asie centrale, t. I, p. 408) de demostrar, cómo el mito escítico del oro sagrado, que cayó del cielo en plena incandescencia, y fue luego una propiedad de la Horda dorada de los Paralatas (Herod., l. IV c. 5-7), pudo tomar nacimiento en el confuso recuerdo de la caida de un aereolito. Los antiguos han hablado tambien de masas argentíferas lanzadas del cielo en tiempos del emperador Severo, y con las cuales se intentó platear algunas medallas de bronce (Dio Casio, l. LXXV, p. 1259); sin embargo, el hierro metálico habia sido ya reconocido como uno de los elementos de las piedras meteóricas (Plinio, l. II, c. 56). Respecto á la espresion tan repetida lapidibus pluit, sábese ya que no siempre se refiere á la caida de aereolitos. Así, en el libro XXV, c. 7. estas palabras designan rapillis, esto es, fragmentos de piedra pomez arrojados por un volcan no completamente estinguido, el Monte Albano, hoy Monte-Cavo; véase Heyne, Opuscula, acad., t. III, p. 261, y mi Relat. histor., t. I, p. 394. El combate sostenido por Hércules contra los Ligios cuando se dirigia desde el Cáucaso al jardin de las Hespérides, se refiere á otro órden de ideas. Este mito tenia por objeto asignar un origen á los trozos de cuarzo que se encuentran en abundancia en los Campos Ligios, cerca de la embocadura del Ródano. Aristóteles creía que los arrojaba una hendidura eruptiva durante un temblor de tierra; y Posidonio los atribuye á la accion de las olas de un antiguo mar interior. En un fragmento del Prometeo libertado, de Esquilo, se halla una descripcion, cuyos detalles todos pudieran aplicarse perfectamente á una lluvia de aereolitos. Júpiter forma una nube y hace caer «una lluvia de piedras redondeadas que tapizan el suelo de aquel pais.» Ya Posidonio se permitía ridiculizar el mito geognóstico de los tejos y de los pedruscos. Por lo demás, la descripcion que han dejado los antiguos de las piedras de los Campos Ligios (hoy este país se llama La Crau), está conforme en un lodo con la realidad. Véase Guerin, Mesures barométriques dans les Alpes, et Météorologie d'Avignon, 1829, cap. XII, p. 115.

^(62)  Pág. 105.—El peso específico de los aerolitos varía desde 1, 9 (Alesía) á 4, 3 (Tabor); su densidad es generalmente tres veces mayor que la del agua. En cuanto á los diámetros reales que he asignado á les bólilides, he recurrido á las medidas mas dignas de confianza; desgraciadamente el número de estas medidas es muy limitado. Hé aquí algunas: el bólide de Weston (Connecticut, 14 diciembre 1807), 162 m.: el observado