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curo subido, sobre las cuales ha dado tanta luz la obra capital de Prichard—, y las comparamos con las tribus del Archipiélago meridional de la India y de las islas de la Australia occidental, con los papúes y los alfurues (haraforo, endamenos), claramente apercibiremos que el tinte negro de la piel, los cabellos crespos y los rasgos de la fisonomía negra, están muy lejos de hallarse siempre asociados (36). Mientras que solo estuvo abierta á los pueblos del Occidente una pequeña parte de la tierra, ideas esclusivas dominaron entre ellos; por cuya razon el ardiente calor de los trópicos y el color negro de la piel, les parecieron inseparables. «Los etiopes,» cantaba el antiguo poeta trágico Teodectes de Phaselis (37), «deben al dios del sol que se aproxima á ellos en su carrera el brillo sombrío de la materia que dá color á sus cuerpos.» Fueron necesarias las conquistas de Alejandro, que despertaron tantas ideas de geografía física, para entablar el debate relativo á esta problemática influencia de los climas sobre las razas humanas. «Las familias de los animales y de las plantas,» dice uno de los mejores anatómicos de nuestro tiempo, Juan Müller, en su fisiología del hombre, «se modifican durante su propagacion sobre la faz de la tierra, entre los límites que determinan las especies y los géneros; y se perpetúan orgánicamente como tipos de la variacion de las especies. Del concurso de diferentes causas y condiciones, tanto interiores como esteriores, que no pueden señalarse detalladamente, nacieron las razas presentes de animales, y sus mas admirables variedades se encuentran en aquellos que tienen la facultad de estension mas considerable sobre la tierra. Las razas humanas, son las formas de una especie única que se ayuntan permaneciendo fecundas, y se perpetúan por la generacion; y en manera alguna especies diversas de un mismo género, porque si lo fueran, al cruzarse se tornarian estériles. La cuestion de saber si las razas humanas