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getales, debió naturalmente presentarse á los primeros viajeros que pudieron recorrer en poco tiempo vastas regiones y ascender á las montañas, donde los climas se encuentran superpuestos como por pisos. Tales fueron, en efecto, los primeros ensayos de una ciencia que hasta de nombre carecia. Las zonas ó regiones vegetales que el cardenal Bembo habia distinguido en su juventud en las laderas del Etna (29), nuevamente fueron encontradas por Tournefort en el monte Ararat. Mas tarde, el mismo Tournefort comparó la flora de los Alpes con la de llanuras situadas á muy diferentes latitudes, demostrando cómo se regula la distribucion de los vegetales en los llanos, segun la altura del suelo sobre el nivel del mar, ó la distancia al polo. En una flora inédita del Japon, emitió Menzel casualmente el nombre de Geografía de las plantas, que se encuentra tambien en los Estudios de la naturaleza de Bernardino de Saint-Pierre, que aunque obra de imaginacion, lo es de una imaginacion viva y brillante. Mas esto era poco; y para que la geografía de las plantas ocupara su lugar entre las ciencias, era preciso que la doctrina de la distribucion geográfica del calor estuviese fundada y pudiera compararse con la de los vegetales; tambien era necesario que una clasificacion de estos por familias naturales permitiese distinguir las formas que se multiplican, de las que se hacen cada vez mas raras á medida que se camina del Ecuador hácia los polos, y fijar las relaciones numéricas que cada familia presenta en cada region, con la masa entera de las fanerogamas de la misma comarca: asi es que cuento entre las circunstancias mas felices de mi vida el que mis investigaciones durante una época en que mis estudios versaban especialmente sobre botánica, hayan podido abrazar al mismo tiempo los elementos esenciales de una nueva ciencia, poderosamente favorecidas, como lo estaban, por el aspecto de una Naturaleza grandiosa en la que se en-