en las llanuras bajas es indudablemente la que Gustavo Rose, Ehrenberg y yo hemos tenido ocasion de medir en Asia entre las cuencas del Irtysch y del Obi en la estepa de Platowskaia. El viento de Sud-Oeste, habia soplado largo tiempo de el interior del continente, y siendo la temperatura atmosférica de 23°, 7 encontramos que el punto de rocío había descendido á 4°,3 bajo el hielo, de suerte que el aire no contenia mas que 16100 de vapor acuoso (7). En estos últimos tiempos, algunos observadores han suscitado dudas acerca de la gran sequedad que las medidas higrométricas de Saussure y las mias asignan al aire en las altas regiones de los Alpes y de los Andes; pero se han limitado á comparar la atmósfera de Zurich con la de Faulhorn, cuya altura solo en Europa puede tomarse por considerable (8). Bajo los trópicos, cerca de la region en que la nieve empieza á caer, es decir, entre 3,600 y 3,900 metros de altura, las plantas alpestres de hojas de mirtos y de grandes flores, propias de los Páramos, están hañadas por una humedad casi perpétua: pero esta humedad no prueba que exista á tal elevacion una gran cantidad de vapores, sino únicamente que su precipitacion se reitera con frecuencia. Puede decirse otro tanto de las nieblas, tan comunes en la bella meseta de Bogotá. Los nublados se forman en capas y se disuelven muchas veces en el espacio de una hora: rápidos juegos atmosféricos que caracterizan, en general, las mesetas y los Páramos de la cadena de los Andes.
La electricidad de la atmósfera se une de mil modos á los fenómenos todos de la distribucion del calórico, á la presion, á los meteoros acuosos, y probablemente tambien al magnetismo de que parece estar dotada la corteza superficial del globo. Estas relaciones íntimas se nos revelan, ya se considere la electricidad de las bajas regiones del aire en donde su silenciosa marcha varía por períodos todavía problemáticos, bien la estudiemos en las capas elevadas, en el