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fuerzas plutónicas, para levantar las grandes masas de los continentes.

Nada nos dice que estas fuerzas plutónicas no han de añadir en el curso de los siglos venideros, nuevos sistemas de montañas á los ya producidos, cuyas edades relativas ha determinado tan exactamente Elías de Beaumont. ¿Qué causa con efecto, ha podido hacer perder á la corteza terrestre la facultad de arrugarse, bajo la influencia de las acciones subterráneas? Cuándo se vé en los Andes y en los Alpes, que se cuentan entre los sistemas mas recientes, colosos como el Monte Rosa y el Mont-Blanc, como el Sorata, el Ilimani y el Chimborazo, ¿es permitido suponer que las potencias subterráneas que levantaron tales colosos, sigan un período decreciente, ni que hayan agotado su último esfuerzo? Todos los fenómenos geognósticos revelan alternativas periódicas de actividad y de reposo (61): el de que hoy gozamos, no es sino aparente. Los temblores de tierra que conmueven indistintamente toda clase de terrenos bajo todas las zonas; la elevacion contínua de Suecia, y la aparicion súbita de nuevas islas de erupcion, prueban que el interior de nuestro planeta no ha llegado aun al estado de reposo definitivo.

La envuelta líquida y la gaseosa, de que está rodeado nuestro planeta, presentan á la vez contrastes y analogías. Nacen los primeros de la diferencia que existe entre los gases y los líquidos, relativamente á la elasticidad y al modo de agregacion de sus moléculas, y provienen las segundas de la movilidad comun á todas las partes de los fluidos y de los líquidos, manifestándose por consiguiente sobre todo en las corrientes y en la propagacion del calórico. La profundidad del mar como la del Océano aéreo nos son igualmente desconocidas. En los mares de los trópicos se ha sondeado hasta 8220 metros, sin llegar al fondo; y si como pensaba Wollaston, la atmósfera acaba en un límite fijo seme-