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este. El paralelismo de las costas situadas al Norte del décimo grado de latitud austral; los ángulos salientes y entrantes de las tierras opuestas; la convexidad del Brasil, que mira hacia el golfo de Guinea: la de África, opuesta al golfo de las Antillas; todo en una palabra, confirma estas consideraciones que pudieron parecer en un principio temerarias (46). En el valle Atlántico, y aun en casi todas las partes del mundo, las orillas profundamente desgarradas y abundantes en islas numerosas se oponen á orillas seguidas y compactas. Largo tiempo ha que hice yo observar de cuanto interés era para la geognosia la comparacion de las costas occidentales del África y de la América del Sud bajo los trópicos. La costa africana forma una gran curva á manera de golfo en Fernando Pó, á los 40° ½ de latitud meridional; pues de la misma manera, la costa del mar del Sud sigue del Sud al Norte hasta los 18° de latitud austral, cambia bruscamente de direccion entre el valle de Arica y el morro de Juan-Diaz, y corre hácia el Nor-Oeste. De igual cambio de direccion participa la cadena de los Andes, dividida en esta region en dos ramas paralelas; y no afecta solamente esta variacion á la rama marítima (47), sino que tambien á la cordillera oriental, que ha sido base de la mas antigua civilizacion indígena de la América, verificándose la inflexion allí donde el reducido mar Alpino de Titicaca, baña el pié de dos montañas colosales (el Ilimani y el Sorata). Mas lejos, al Sud, desde Valdivia y Chiloe (á 40 ó 42° de latitud meridional) hasta el archipiélago de los Chonos, y desde allí hasta la Tierra de Fuego, nos encontramos la configuracion particular de las costas occidentales de la Noruega y de la Escocia, es decir, un laberinto de estrechos golfos cuyas ramificaciones penetran profundamente en la tierra.

Tales son las mas generales consideraciones que el exámen de la superficie de nuestro planeta puede sugerir, re-