De todos los volcanes que he visto en ambos hemisferios, el Cotopaxi es el que tiene el cono mas regular y mas pintoresco. El súbito deshielo de las nieves que le coronan anuncia la proximidad de la erupcion; y antes de subir el humo al aire enrarecido que se respira en el vértice y la abertura del cráter, las paredes del cono de cenizas llegan al estado de incandescencia, y brillan con luz rojiza, en tanto que la montaña aparece como una enorme masa negra de siniestro aspecto.
Situado casi siempre en la cima de la montaña el cráter de los volcanes, forma un valle profundo semejante á un cono truncado, cuyo fondo es casi siempre accesible á pesar de sus contínuos cambios; y aun puede decirse que la mayor ó menor profundidad del cráter es un indicio que permite juzgar si la última erupcion es ó no reciente. Largas hendiduras, de donde se escapan torrentes de humo, ó bien pequeñas escavaciones circulares llenas de materias en fusion, se abren y se cierran alternativamente en este valle. El fondo se hincha ó se hunde, y levántanse allí montecillos de escorias y conos de erupcion que surgen á veces sobre los bordes del cráter, cambiando asi el aspecto de la montaña durante años enteros; pero á la erupcion siguiente, estos conos caen y desaparecen de repente. No deben por lo tanto confundirse, como ha acontecido con harta frecuencia, las aberturas de los conos de erupcion con el cráter mismo que las contiene. Cuando este último es inaccesible á causa de su profundidad y de la vertiente de sus paredes como sucede al Rucu-Pìchincha (4,855 metros), podemos al menos colocarnos sobre el borde, y considerar los vértices del cono que se levanta desde el fondo del valle interior, rodeados de vapores sulfurosos. ¡Magnífico espectáculo! Nunca se me ha presentado la naturaleza bajo un aspecto mas grandioso que en los bordes del cráter de Pìchincha. En el intervalo de una á otra erupcion puede