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ñaba durante la guerra de Mitrídates, existen aun hoy en la Eubea (6). Cito con gusto estos detalles, porque enseñan que á pesar de los violentos temblores de tierra que agitan con tanta frecuencia aquel país, las capas interiores han conservado, al menos desde hace dos mil años, su forma primitiva, y hasta las pequeñas grietas por donde vierten sus aguas estos manantiales. La fuente surtidora de Lillers, departamento del Paso de Calais, fué horadada hácia el año 1126; desde esta época ha corrido sin interrupcion á la misma altura y con la misma abundancia. Finalmente, el hábil geógrafo de las costas de la Caramania, el capitán Beaufort, ha visto brillar, cerca del antiguo Phasélis, las llamas volcánicas que habia descrito Plinio como llamas vomitadas por la Quimera de Lycio (7). Al hacer notar Arago, desde 1821, que cuanto mas profundos son los pozos artesianos, mas elevada temperatura tienen sus aguas, ha esclarecido singularmente la teoría de las fuentes termales; porque esta observacion abre una nueva senda á las investigaciones que tienen por objeto fijar la ley del decrecimiento del calor interno del globo (8). Háse reconocido en estos últimos tiempos que San Patricio (9), obispo de Pertusa, se habia formado una idea muy exacta de éstos fenómenos hacia fines del siglo III, al examinar las fuentes de agua caliente de Cartago. Le preguntaron cuál podría ser el orígen de estas aguas en ebullicion que salian del seno de la tierra, á lo que contestó: «que no solamente las nubes contenian fuego, sino que tambien se le encontraba en las profundidades de la tierra, como lo demostraban el Etna y otras montañas de los alrededores de Napóles. Las aguas subterráneas suben por una especie de sifones; las que corren lejos del fuego interior aparecen frías; las que manan cerca de este fuego son calientes, y llegan á la superficie de la tierra que habitamos con un calor insoportable.»