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cuentemente sin perjudicar sus chozas de bambú, como felices precursores de fecundantes lluvias.

El comun orígen de los fenómenos que acabo de describir, se baila aun envuelto en la oscuridad. Indudablemente es preciso atribuir á la reaccion de los vapores sometidos á una presion enorme en el interior de la tierra, todas las sacudidas que agitan su superficie, desde las mas formidables esplosiones hasta esas débiles conmociones, en modo alguno peligrosas, que se sintieron durante muchos dias en Scaccia de Sicilia, antes del levantamiento volcánico de la nueva isla de Julia. Es evidente que el foco donde nacen y se desarrollan estas fuerzas destructoras está situado debajo de la costra terrestre, ¿pero á qué profundidad? Lo ignoramos; así como la naturaleza química de estos vapores tan violentamente comprimidos. En mis observaciones al borde del Vesubio, ó sobre la roca que se levanta como una torre sobre el cráter de Pichincha, sentia constantemente las sacudidas con 20 ó 30 segundos de anterioridad á la erupcion de los vapores ó de las escorias incandescentes, siendo tanto mas fuertes las sacudidas cuanto mas tardías eran las esplosiones, porque entonces se acumulaban los vapores en mayor cantidad. En esta observacion, tan sencilla y confirmada tan frecuentemente por la esperiencia de todos los viajeros, se encuentra la esplicacion general del fenómeno. Los volcanes activos son como válvulas de seguridad para las regiones vecinas: y por el contrario, si se cierra la abertura del volcan y la comunicacion del interior con la atmósfera se interrumpe, el peligro aumenta, y el país cercano está amenazado de sacudimientos próximos. En general los temblores de tierra mas fuertes, no se producen cerca de los volcanes en actividad, como lo prueban los que han destruido á Lisboa, Caracas, Lima, Cachemira (92), y un considerable número de ciudades en Calabria, Siria y el Asia menor.