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apuntes biograficos.

ocupó tambien varios puestos en la carrera diplomática de alguna importancia. A fines de 1796, tuvo el pesar de perder á su virtuosa madre. Esta desgracia fue sin embargo la causa ocasional de sus viajes á América, deseo contenido por su amor filial. Desde este momento no pensó sino en prepararse para nuevos estudios, entre ellos la astronomía bajo la direccion de Zach, enagenando sus bienes para realizar su propósito bien decidido de visitar el nuevo mundo.

Con Leopoldo de Buch pasó en Italia corto tiempo, dirigiéndose á París que aun no conocia, con el objeto de adquirir ciertos instrumentos necesarios á sus espediciones y relacionarse á la vez con lo mas florido del mundo científico. La acogida que obtuvo escedió á sus esperanzas, y despertó en él un cariño estraordinario por aquel país, que conservó hasta su muerte.

Sin efecto la espedicion de Bristol al Egipto, en 1798, y aplazada indefinidamente la que Baudin y Hamelin proyectaban á la Australia, por encargo del Directorio, se decide Humboldt que venia ya acompañado de Bonpland, con quien trabó amistad en Francia, á pasar el invierno de 1798 a 1799 en la capital de España.

Su merecida fama científica y lo esmerado de su educacion, conquistáronle aquí las simpatías de muchas personas de valimiento, y el apoyo de Urquijo, ministro á la sazon de Carlos IV. Aprovechóse Humboldt de estas relaciones, y solicitó y obtuvo por mediacion de Urquijo, el permiso de visitar nuestras colonias de América y las islas Filipinas, encareciendo Humboldt las inapreciables ventajas que habríamos de reportar de su viaje, por el mas exacto conocimiento de nuestros dominios allende los mares.—En las siguientes palabras nos da cuenta él mismo de sus gestiones y del éxito que lograron: «Presentáronme á la corte, residente á la sazon en el real sitio de Aranjuez, y el rey me acogió consumo agrado. Espliquéle los móviles que me inducían á intentar un viaje al Nuevo Mundo y á las Filipinas, y presenté una Memoria sobre el asunto al secretario de Estado D. Mariano Luis de Urquijo. Este ministro apoyó mis pretensiones y desvaneció todos los impedimentos. Obtuve dos pasaportes, uno del rey mismo, y otro del Consejo de Indias: jamás se habia otor-