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do se la compara con la de las estrellas nebulosas. Herschell ha encontrado muchas cuyo diámetro aparente llega á 150"; y admitiendo para esos astros un paralaje inferior á 1", resulta que la distancia de la estrella central á las últimas capas de la nebulosidad, equivale á 150 radios de la órbita terrestre. Si pues una de esas estrellas nebulosas ocupara el lugar de nuestro sol, no solamente comprenderia su atmósfera la órbita de Urano, si no una distancia ocho veces mayor (95).

Asi, pues, la atmósfera solar está encerrada en límites mas estrechos que aquellos por que se estiende la luz zodiacal. Este fenómeno se esplica mejor suponiendo que existe entre la órbita de Venus y la de Marte, un anillo muy aplanado, formado de materias nebulosas, y que gira libremente en los espacios celestes (96). Quizás se halle este anillo en relacion con la materia cósmica que creemos esté mas condensada en las regiones próximas al Sol; ó acaso se aumente de contínuo con las nebulosidades abandonadas en el espacio por las colas de los cometas (97). Tan difícil es decidir algo sobre este punto, como consignar las verdaderas dimensiones del anillo, que varian indudablemente, puesto que parece algunas veces comprendido por entero en la órbita de la Tierra. Las partículas de las nebulosidades de que este anillo se compone, pueden ser luminosas por sí mismas, ó reflejar únicamente la luz del Sol. La primera suposicion no parece inadmisible, pues podria citarse en su apoyo la célebre niebla de 1783, que en plena noche, y en la época de novilunio, producía una luz fosfórica bastante intensa para iluminar los objetos y hacerlos claramente visibles aun á la distancia de 200 metros (98).

En las regiones tropicales de la América del Sur, han causado muy amenudo mi asombro las variaciones de intensidad que la luz zodiacal esperimenta. Como entonces