mera observacion sino dos ó tres años antes; pero indudablemente pertenece á Domingo Cassini la gloria de haber sometido el primero este fenómeno á un exámen profundo (en la primavera de 1683). En cuanto á la luz que se vió en Bolonia en 1668 y que percibia tambien por la misma época el célebre viajero Chardin (los astrólogos de la corte de Ispahan no la habian citado con anterioridad: llamábanla nycek, pequeña lanza), no era la luz zodiacal (92), sino la enorme cola de un cometa cuya cabeza estaba oculta bajo el horizonte, y que debia presentar una gran analogía de aspecto y de posicion con el largo cometa de 1843. Es imposible dejar de reconocer la luz zodiacal en el brillante resplandor que se vió en 1509, durante cuarenta noches consecutivas, subir como una pirámide por encima del horizonte oriental del llano mejicano. En un manuscrito de los antiguos Aztecas, perteneciente á la Biblioteca real de París (Codex Telleriano-Remensis) (93), es donde he visto mencionado este curioso fenómeno.
Así, pues, la luz zodiacal ha existido en todos los tiempos, aunque su descubrimiento en Europa no date mas que desde Childrey y Domingo Cassini. Háse querido atribuirla á una cierta atmósfera del Sol; pero esta esplicacion es inadmisible, porque segun las leyes de la mecánica, el aplanamiento de la atmósfera solar no puede esceder del de un esferoide, cuyos ejes estén en la relacion de 2 á 3, y por consiguiente sus capas estremas no pueden estenderse mas allá de los 920 del radio de la órbita de Mercurio. Las mismas leyes mecánicas fijan tambien los límites ecuatoriales de la atmósfera de un cuerpo celeste que gira sobre sí mismo, en el punto donde la gravedad se equilibra con la fuerza centrífuga; solamente allí el tiempo de la revolucion de un satélite sería igual al tiempo de la rotacion del astro central (94). Esta limitacion tan restringida de la atmósfera actual de nuestro Sol llega á ser mas sorprendente, cuan-