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¿Cuál es aquí la fuerza productiva? ¿cuáles son las acciones físicas ó químicas que juegan en estos fenómenos? ¿Hallaríanse originariamente en el estado gaseoso las moléculas de que se componen estas piedras meteóricas tan compactas, ó simplemente esparcidas como en los cometas, condensándose en el interior del metéoro en el momento mismo de comenzar á brillar á nuestros ojos? ¿Qué ocurre en esas nubes negras donde truena minutos enteros antes de que los aerolitos se precipiten? ¿Es preciso creer, que las estrellas errantes dejan tambien caer alguna materia compacta, ó es solamente una especie de niebla, de polvo meteórico, compuesto de hierro y nikel (61)? Cuestiones son estas que se hallan aun envueltas en profunda oscuridad; porque si bien se ha medido la espantosa rapidez, la velocidad esencialmente planetaria de las estrellas errantes, de los bólides y de los aerolitos; si es cierto que conocemos el fenómeno en sus generalidades, y hemos podido comprobar cierta uniformidad en sus apariencias, ignoramos de todo punto los antecedentes cósmicos y las trasmutaciones originarias de la sustancia.

Suponiendo que las piedras meteóricas circulen en el espacio formadas ya en masas compactas (de una densidad mas débil no obstante, que la densidad media de la Tierra) (62), es necesario admitir que solo constituyen un pequeño núcleo, rodeado de gas ó de vapores inflamables, en aquellos enormes bólides cuyos diámetros reales, deducidos de sus alturas y diámetros aparentes, son de 160 y de 850 metros. Las mayores masas meteóricas que conocemos son las de Bahia en el Brasil, y la de Otumpa en el Choco, descritas por Rubin de Celis, y que cuentan 2 metros y 2 y medio de longitud. La piedra de Ægos-Potamos, mencionada ya en la crónica de Paros, y tan célebre en la antigüedad, cayó hacia la época del nacimiento de Sócrates; y segun la descripcion que de ella existe, era gruesa como dos veces una