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capas de aire que nos rodean. Tambien á la pureza del cielo de Bokhara atribuye Sir Alejandro Burnes «el magnífico espectáculo, renovado sin cesar, de estrellas errantes de vistosos colores» que tuvo ocasion de admirar en aquel pais.

Al brillante fenómeno de los bólides, viene á referirse el de la caida de piedras meteóricas que algunas veces penetran en la tierra basta 3 y 5 metros de profundidad. La dependencia mútua de estos dos fenómenos se halla establecida por numerosos hechos, y sobre todo por las observaciones muy exactísimas que poseemos acerca de los aerolitos que cayeron en Barbatan, departamento de las Landas, (24 de julio de 1790), en Siena (16 de junio de 1794), en Weston en el Connecticut (14 de diciembre de 1807), y en Juvenas departamento de la Ardecha (15 de junio de 1821). Estos fenómenos se presentan tambien bajo otro aspecto estando el cielo sereno, una nubecilla muy oscura aparece en él súbitamente; y en medio de esplosiones semejantes al ruido del cañon, se precipitan á la tierra las masas meteóricas. Algunas veces nubecillas de esta especie, recorren regiones enteras sembrando la superficie de miles de fragmentos muy desiguales pero de naturaleza idéntica.

Hase visto caer tambien, pero mas raramente, aerolitos estando el cielo perfectamente sereno, y sin prévia formacion de nube precursora alguna. Se presentó este caso hace algunos meses (16 de setiembre de 1843) cuando cayó el gran aerolito recogido en Kleinwenden, no lejos de Mulhouse, con un ruido semejante al del rayo. Varios hechos establecen, en fin, una íntima analogía entre las estrellas errantes y los bólides que arrojan sobre la tierra piedras meteóricas, porque sucede por lo comun que estos bólides apenas si tienen las dimensiones de las pequeñas estrellas de nuestros fuegos artificiales.