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Todo induce á creer que las estrellas errantes, los bólides y las piedras meteóricas son pequeños cuerpos que se mueven alrededor del Sol describiendo secciones cónicas, y obedeciendo en un todo, como los planetas, á las leyes generales de la gravitacion. Cuando estos cuerpos llegan á tocar á la Tierra, se hacen luminosos en los límites de nuestra atmósfera, se dividen por lo comun en fragmentos cubiertos de una capa negra y brillante, y caen en un estado de calefaccion mas ó menos fuerte. La análisis minuciosa de las observaciones recogidas en ciertas épocas de aparicion periódica que tienen tales cuerpos (en Cumana en 1799, y en la América del Norte en 1833 y 1834) no permite que se consideren los bólides y las estrellas errantes como fenómenos de distinto órden; pues no solo están frecuentemente mezclados los primeros á las últimas, sino que sus discos aparentes, sus vias luminosas y sus velocidades reales, no ofrecen diferencias de magnitud esenciales. Se ven enormes bólides acompañados de humo y de detonaciones que iluminan el cielo con una luz bastante viva para ser sensible aun en pleno dia (58) bajo el ardiente sol de los trópicos; mas tambien hay estrellas errantes tan pequeñas, que aparecen como otros tantos puntos trazando sobre la bóveda celeste innumerables líneas fosforescentes (59). ¿Pero estos cuerpos brillantes que pueblan el firmamento de chispas estelares, son todos de una misma naturaleza? Cuestion es esta que actualmente no puede contestarse. He vuelto de las zonas equinocciales creyendo, bajo la impresion recibida, que en las llanuras ardientes de los trópicos, y como á 5 ó 6 mil metros sobre el nivel del mar, las estrellas errantes son mas frecuentes y de colores mas ricos que en las zonas frias ó templadas; pero no es así, y en la pureza y admirable trasparencia de la atmósfera de aquellas regiones es preciso buscar la causa de este fenómeno (60), allí, nuestra mirada penetra mas fácilmente las