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La flor ingrata ni escuchar siquiera
Las voces gemidoras, se dignaba,
Y cada vez mas pura y hechicera,
Su corola blanquísima enalzaba.




Mas ¡ay! un dia, al despuntar la aurora,
Recojiendo el vapor de la alborada,
Entre las perlas que la diosa llora,
Brotó una flor magnífica azulada.




Era un lirio gentil de talle airoso,
Perfumado en el ambar de otras flores,
Palpitando en su caliz amoroso
El edilio feliz de sus amores.




¡Era un lirio! Su tallo de palmera,
Se inclinó ante la flor americana:
¡Ven! la dijo, serás mi compañera,
Encantadora flor de mi mañana.




Ven azucena, -por el tallo unido,
Nadaremos á impulsos de las ondas,
Despréndete de ese árbol carcomido,
Que oculta tu belleza entre sus frondas.