también se conoce como Clemente VIII para aclarar controversias difíciles y Pío VI en la Constitución Apostólica «Auctorem Fidei», para desenmascarar los engañosos malentendidos del Sínodo de Pistoya, utilizó como apoyo la autoridad de Agustín. Además de esto redunda en al honor del obispo de Hipona, que con frecuencia los Padres reunidos en el Concilio usaban las mismas palabras que él para definir la verdad católica; y basta citar como ejemplos el Concilio de Orange II y el Tridentino. Y para referirnos a Nuestros años de juventud, nos gusta referirnos aquí, y hacer resonar dulcemente en Nuestro corazón las palabras con que Nuestro predecesor el inmortal León XIII, después de haber mencionado a los doctores de las edades anteriores a la de Agustín, exalta la ayuda que el prestó a la filosofía cristiana: «Pero parecía que Agustín quitaba a todos la palma de la mano, pues, dotado de un genio muy robusto y lleno de disciplinas sagradas y profanas, combatió vigorosamente todos los errores de su época con fe suprema y con igual doctrina. ¿Qué punto de la filosofía no ha abordado? En efecto, ¿en cual no profundizó con gran diligencia, cuando explicó a los fieles los elevados misterios de la fe y los defendió de los insensatos asaltos de sus adversarios, o cuando, habiendo aniquilado las locuras de la Academia y los maniqueos, salvó los cimientos y la solidez de la ciencia humana, o cuando buscaba la razón, el origen y las causas de esos males que preocupan a los hombres?»[1].
Pero antes de entrar en la discusión del tema que nos hemos propuesto, queremos que se advierta a todos que las alabanzas verdaderamente magníficas que los antiguos autores le hicieron a Agustín deben tomarse en su valor propio, y no en el sentido en que algunos de ellos, de sentimientos no católicos, entendieron como si la autoridad de las sentencias de Agustín fuera puesta por delante de la autoridad de la Iglesia docente.
¡Oh qué «admirable es Dios en sus santos!»[2]. Y Agustín en el libro de sus Confesiones ilustró y ensalzó enormemente la misericordia usada por Dios, con acentos que parecen brotar de lo más profundo de un corazón lleno de gratitud y amor.
- ↑ Encíclica Aeterni Patris
- ↑ Sal 47, 36.