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Acta de Benedicto XV

incluso hacia aquellos a quienes nuestro orgullo nativo desprecia, incluso llega a identificarse con los hombres más malos, en quienes quiere ver la dignidad de su propia persona: ¿Cuánto has hecho para uno de estos hermanos menores, me lo hiciste a mí[1]. Cuanto más cuando, a punto de abandonar su vida, para que todos los que creían en él fuesen por el vínculo de la caridad una cosa entre ellos, rezó intensamente al Padre: "Así como tú, Padre, estás en mí, yo estoy en ellos[2]. Finalmente, calavdo en la Cruz, toda su sangre derramó sobre nosotros para que, casi moldeados y formados en un solo cuerpo, nos amasemos recíprocamente con la fuerza del mismo amor que un miembro tiene para otro del mismo cuerpo.—— Pero desafortunadamente, los hombres se comportan de manera diferente hoy. Nunca más que hoy se habló de la hermandad humana: por el contrario, se afirma, olvidando las palabras del Evangelio y la obra de Cristo y su Iglesia, que este celo por la fraternidad es una de las partes más preciosas de la civilización moderna. La verdad, sin embargo, es que la hermandad humana nunca fue tan ampliamente divulgada como en los días pasados. Los odios raciales son conducidos al paroxismo; en lugar de por fronteras, los pueblos están divididos por rencores; dentro de la misma nación y dentro de los muros de una misma ciudad, las clases de ciudadanos arden con lustre mutuo, y entre los individuos, todo se rige por el egoísmo, hecho ley suprema.

Mirad, Venerables Hermanos, cuán necesario es hacer todo lo posible para que la caridad de Cristo vuelva a dominar entre los hombres. Este siempre será nuestro objetivo, y esta es la tarea especial de nuestro pontificado. Sin embargo, esto lo instamos a que estudie. No nos cansamos de inculcar en nuestros corazones y de implementar el dicho del apóstol San Juan: Porque nos amamos los unos a los otros[3]. Las instituciones piadosas de las cuales abundan nuestros tiempos son ciertamente hermosas; pero solo producirán una ventaja real cuando contribuyan de alguna manera a desarrollar el amor de Dios y al prójimo en los corazones; de lo contrario, no tienen valor, porque el que no ama permanece en la muerte[4].

  1. Mt 25, 40.
  2. Jn 17, 21.
  3. 1 Jn 3 23.
  4. Ibid. 14.