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Acta de Benedicto XV

su Padre común, en el ejercicio del ministerio apostólico, esté verdaderamente libre de todo poder humano, y así plenamente se manifieste Al voto, por lo tanto, de una pronta paz entre las Naciones, también nos sumamos al deseo de cesar el estado anormal en el que se encuentra el Jefe de la Iglesia, y que daña, en muchos aspectos, la tranquilidad de los pueblos. Contra tal estado Renovamos las protestas que Nuestros predecesores, inducidos no por intereses humanos, sino por la santidad del deber, levantaron más de una vez; y los renovamos por los mismos motivos, es decir, para proteger los derechos y la dignidad de la Sede Apostólica.

Queda, Venerables Hermanos, ya que está en manos de Dios la voluntad de los príncipes y de todos los que pueden poner fin a las atrocidades y los daños que hemos recordado, que elevemos a Dios nuestras súplicas y, en nombre de toda la humanidad, clamemos: Danos paz, Señor, en nuestros días". Y quien dijo de sí mismo: Yo, el Señor ... hago las paces[1], Él, apaciguado por nuestras oraciones, callará lo antes posible las olas tormentosas de las que se agitan la sociedad civil y la sociedad religiosa. Que la Santísima Virgen, que engendró al Príncipe de la Paz, nos ayude propiciamente; y humilde Nuestra persona, Nuestro ministerio pontificio, la Iglesia, y con ella las almas de todos los hombres, redimidos por la Divina Sangre de su Hijo, bienvenidos bajo su protección materna.

Con la esperanza de los dones celestiales y la promesa de Nuestra benevolencia, les transmitimos cordialmente la Bendición Apostólica a ustedes, a su clero y a su pueblo, Venerables Hermanos.

Dado en Roma, en San Pedro, el 1 de noviembre de 1914, fiesta de Todos los Santos, primer año de nuestro pontificado.

BENEDICTO XV


Referencias

  1. Is 45, 6-7.
ACTA VOL. VI, n. 18. — 18.11.914