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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

a comunicarte en armonía con la mente de Dios. De hecho, Jesucristo, nuestra vida inseparable, es el pensamiento del Padre, así como los Obispos, colocados en todas las regiones de la tierra, son el pensamiento del Padre. Por lo tanto, es conveniente proceder de acuerdo con la mente del Obispo[1]. Y la palabra de ese distinguido mártir fue, a través de todas las edades, la palabra de todos los Padres y Doctores de la Iglesia Cabe agregar que ya demasiado grave, incluso para las dificultades de la época, es el peso que llevan los obispos, y que la ansiedad en la que viven por la responsabilidad de proteger el rebaño que se les confía es aún más grave: «De hecho, vigilan usted, como los que tienen que dar cuenta de ello[2]. ¿No debería uno llamar cruel a aquellos que, con su propia insubordinación, aumentan su carga y amargura? Porque esto no sería beneficioso para ustedes[3], el Apóstol les diría, y esto porque la Iglesia es la gente reunida alrededor del sacerdote y el rebaño reunido alrededor del pastor[4]; se deduce que no es con la Iglesia quien no está con el Obispo.

Y ahora, Venerables Hermanos, al final de esta carta, Nuestro corazón regresa espontáneamente allí, de donde queríamos movernos. Es la palabra de paz que vuelve a Nuestros labios; Por esta razón, con votos fervientes e insistentes, llamamos nuevamente, por el bien de la sociedad y de la Iglesia, a poner fin a la actual guerra desastrosa. Por el bien de la sociedad, para que, una vez que se logre la paz, realmente progrese en cada rama del progreso; por el bien de la Iglesia de Jesucristo, de modo que, sin impedimentos adicionales, continúe brindando consuelo y salud a los hombres en las áreas más remotas de la tierra. Desafortunadamente, durante mucho tiempo la Iglesia no ha tenido la libertad que necesitaría; es decir, desde que su cabeza, el Sumo Pontífice, comenzó a carecer de esa guarnición que, por disposición de la divina Providencia, había obtenido durante siglos para proteger su libertad. La falta de esta guarnición ha provocado, lo que es inevitable, sin embargo, una leve perturbación en medio de los católicos: los que profesan ser hijos del Romano Pontífice, todos, vecinos y lejanos, tienen derecho a estar seguros de que

  1. San Ignacio de Antioquía, Epist. ad Ephes., III.
  2. Hb. 16, 17.
  3. Ibid. 17.
  4. San Cipriano, «Florentio cui et Puppiano ep. 66 (al. 69)»