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Acta de Benedicto XV

Pero para que todas estas cosas se pongan en práctica con ese resultado que nos prometemos, ustedes saben, Venerables Hermanos, es necesario el trabajo prudente y asiduo de aquellos a quienes Cristo el Señor envió como "obreros en su cosecha", es decir, del Clero. . Por lo tanto, comprenda que su cuidado principal debe ser aplicarse para santificarse cada vez más, como lo exige el estado sagrado, el Clero que ya tiene, y formar dignamente para un oficio tan venerable, con la educación más disciplinada, los alumnos del santuario. Y aunque su diligencia no necesita estimulación, también le exhortamos y le instamos a cumplir con su deber con la mayor diligencia. Es una cuestión de suma importancia para el bien de la Iglesia; pero, teniendo Nuestros predecesores del s. m. León XIII y Pío X tratados a este respecto, no hay necesidad de agregar otros consejos. Solo anhelamos esos documentos de tan sabios pontífices, y más especialmente la Exhortación al clero[1] de memoria sagrada de Pío X, por su insistente preocupación, nunca cae en el olvido, sino que siempre se observa escrupulosamente.

Sin embargo, no queremos guardar silencio sobre una cosa, y es recordar a los sacerdotes del mundo, nuestros amados hijos, la necesidad absoluta, tanto para su ventaja personal como para la efectividad de su ministerio, estar estrechamente unidos y plenamente a sus obispos. Desafortunadamente, por el espíritu de insubordinación e independencia que ahora reina en el mundo, tal como dolorosamente mencianamo antes, no todos los ministros del santuario son libres: y los pastores sagrados encuentran angustia y contradicciones allí mismo, en donde deberían esperar consuelo y ayuda. Ahora, si alguien falla tan miserablemente en su deber, reflexione y medite bien que la autoridad de los Obispos es divina, que el Espíritu Santo ha destinado a gobernar la Iglesia de Dios[2]. También debería reflejar que si, como hemos visto, quien se resiste a cualquier poder legítimo se resiste a Dios, la conducta de quienes se niegan a obedecer a los obispos, a quienes Dios ha consagrado con un carácter especial para ejercer su poder divino, es mucho más irreverente. El santo mártir Ignacio escribió así: "Dado que la caridad no me deja en silencio contigo, quiero exhortarte

  1. Exhortación Haerent animo de Pío X, del 4 de agosto de 1908
  2. Hch 20, 28.