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Acta Apostolicae Sedis

Ahora, Venerables Hermanos, mientras les dirigimos esta primera carta encíclica, consideramos apropiado mencionar algunos de los puntos principales a los que pretendemos dedicar nuestro cuidado especial; por lo tanto, estudiándose para apoyar nuestro trabajo con su celo, los frutos deseados se obtendrán aún más rápidamente.

Y antes que nada, dado que en cada sociedad humana, cualquiera que sea la causa de su formación, el primer ingrediente de toda la labor colectiva es la unión y armonía de las mentes, Nosotros tendremos que prestar una muy especial atención para calmar las disensiones y discordias entre católicos, sean las que sean, y para evitar que otros surjan en el futuro, de modo que al contrario sea una misma cosa lo que piensan y lo que hacen. — Entienden bien a los enemigos de Dios y de la Iglesia que cualquier disensión de los nuestros en su defensa marca una victoria para ellos; por lo tanto, usan con frecuencia este sistema que, cuando más católicos ven compactos, justo entonces, sembrando astutamente las semillas de la discordia entre ellos, la mayoría intenta romper su compacidad. ¡El cielo se alegró de que este sistema no hubiera tenido tan a menudo el resultado deseado, con un daño tan grave a la religión! Entonces, si la autoridad legítima emite algún orden, a nadie se le permite transgredirlo, porque no les gusta; pero cada uno presenta su opinión a la autoridad de aquel a quien está sujeto, y lo obedece por una deuda concienzuda. Del mismo modo, ningún individuo privado, o al publicar libros o periódicos, o al dar discursos públicos, se comporta en la Iglesia como maestro. Todos saben a quién le ha confiado Dios el magisterio de la Iglesia; deje que, por lo tanto, deje el campo libre, para que pueda hablar cuando y como le parezca. Es deber de los demás prestarle cuando habla, respeto devoto y obedecer su palabra. Con respecto a aquellas cosas sobre las cuales, dado que la Sede Apostólica no ha pronunciado su juicio, es posible, sin perjuicio de la fe y la disciplina, argumentar a favor y en contra, sin duda está permitido que todos digan su opinión y la apoyen. Pero en tales discusiones evitó cualquier exceso de palabras, ya que podrían resultar serias ofensas a la caridad; cada uno defiende libremente su opinión, pero lo hace cortésmente;