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Acta de Benedicto XV

De hecho, en la medida en que el sentimiento de esta fe crezca en los hombres, disminuirá es febril deseo de buscar los vanos bienes de la tierra, y gradualmente los movimientos sociales y las disputas se acallarán.

Dejando ahora de lado a la sociedad civil, volvemos nuestros pensamientos a la consideración de lo que es propio de la Iglesia, hay, sin lugar a dudas, una razón por la cual nuestra alma, atravesada por tanta calamidad de los tiempos, al menos en parte se regocija. De hecho, además de los argumentos, que se ofrecen muy luminosos, de esa virtud divina e indefectibilidad que disfruta la Iglesia, nos brindan un poco de consuelo por esos frutos precarios que nuestro predecesor Pío X nos dejó con su laborioso pontificado, después de haber ilustrado el Sede apostólica con ejemplos de una vida completamente santa. Vemos, de hecho, por su trabajo, el espíritu religioso encendido universalmente en los eclesiásticos; revivir la piedad del pueblo cristiano; promovió la acción y la disciplina en las sociedades católicas; donde se estableció la jerarquía sagrada, donde se amplió; proporcionó la educación del joven clero, de acuerdo con la severidad de los cánones y, en la medida necesaria, de acuerdo con la naturaleza de los tiempos; eliminado de la enseñanza de las ciencias sagradas cualquier peligro de innovaciones imprudentes; el arte musical traído de vuelta para servir dignamente a la majestad de las funciones sagradas, y aumentó el decoro de la adoración; El cristianismo se propagó ampliamente con nuevas misiones de subastadores del Evangelio.

Estos son, en verdad, grandes méritos de Nuestro Antecesor hacia la Iglesia, méritos de los cuales la posteridad mantendrá agradecidos recuerdos. Sin embargo, dado que el campo del padre de la familia siempre está expuesto, permitiéndolo así Dios, a las artes malignas del enemigo, nunca sucederá que no se deba trabajar en él para que el florecimiento de la cizaña no dañe la buena cosecha. Por lo tanto, considerando lo que también nos dijo lo que Dios le dijo al profeta: He aquí, hoy te constituyo sobre los pueblos y sobre los reinos, para desarraigar y demoler, ... para construir y plantar[1], por mucho tiempo que sea, siempre tendremos el mayor cuidado para eliminar cualquier maldad y promover el bien, siempre que no sea agradable para el Pastor de los pastores pedirle que ejerza nuestro mandato.

  1. Jr 1, 10.