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A AMADO NERVO


Tú naciste en la cumbre, Buen Maestro,
Y cual río que baja a la llanura
Cuando Apolo deshiela,
La montaña, al herirla con sus rayos,
Tú descendiste bondadoso y suave
Hasta el hombre que sufre,
Cuando el Sol del Amor besó tu frente;
Y del modo que el río fertiliza
Lo que encuentra a su paso,
Tú sólo hiciste el bien, tú nos has dado
Conformidad, dulzura y esperanza,
Tú que aljófar vertiste
«En el rosal, aunque tuviera espinas...»


Pero los ríos ay! no retroceden,
No remontan de nuevo la montaña,
Ni desandan lo andado!
Necesitan volver a evaporarse
Para escalar el punto de partida...