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A UNA HERMANA ESPIRITUAL


I

Nuestra infancia recuerdas, cuando nada expresaba
La afición por la Musa, que nos une a las dos;
Cuando oculta en el alma, con paciencia esperaba
La hora y el momento que le indicara Dios.


Tú sabes que la nieve, la hermana inmaculada,
Cuando cae a la Tierra, le conserva el calor;
Que la ceniza a veces, al parecer helada,
La llama tiene oculta del fuego abrasador;


También, también sucede lo mismo con el alma,
Con la apariencia fría, con el semblante en calma,
Adentro bulle el mundo de la vida interior;


Aparta tus cenizas, yo apartaré las mías;
Y en la barca celeste de suaves armonías,
Bogarán nuestras almas, en el «mar superior».