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Tu «brin de jalousie» no tiene por qué ser.

Su composición «Una mañana» es de un lirismo profundamente original. Al mar que le ha robado una crucecita le hace el reproche doliente que encierra esta animosa imagen:


¡Viejo avaro cargado de riquezas
Con el blanco cabello enmarañado!


Son inenarrables, en la misma composición, la ternura con que piensa en la crucecita perdida así, como si se hubiese ido con ella al mar un algo de su propio ser, y el recuerdo de las veces que despertando en la noche, aterrada, su contacto le volvía la calma y la tranquilidad dulce de no estar sola.

De su composición «Tristeza» sería mejor no hablar; según todo adjetivo elogioso quedaría a trasmano de su lirismo incomparable. Su idea, su música, su melancolía, flotan en cierta bruma gris de presentimiento. Uno de los más burdos errores en que ha caído y cae continuamente la criticomanía literaria es el desdén, con frecuencia una ironía pedantesca, para aquellos poetas que en plena juventud y todavía al borde de la vida, componen versos de temprana decepción o de pena sin causa visible. Olvidan que no es la violencia del dolor inmediato, y ni siquiera la circunstancia que les hiere en sus propios afectos, el motivo de sus tristezas y de su piedad. Su sensibi-