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antros donde la miseria se desliza para escapar á las miradas de una fria curiosidad; y si, en fin, se le dejára mirar dentro de la torre hambrienta de Ugolino,— entónces, seguramente, tambien él concluiria por reconocer de qué clase es este mejor de los mundos posibles

«Es verdaderamente increible cuán insignificante y desprovista de interés, vista de fuera, y cuán sorda y oscura, sentida interiormente, corre la vida de la mayor parte de los hombres. No es más que tormentos, aspiraciones impotentes, marcha vacilante de un hombre que sueña á través de las cuatro edades de la vida hasta la muerte, con un cortejo de pensamientos triviales. Los hombres son como los relojes á que no se ha dado cuerda y andan sin saber porqué; y cada vez que un hombre es engendrado y lanzado al mundo, el reloj de la vida humana es de nuevo acordado para repetir una va más su viejo refran cansado de eterna caja de música, con variaciones apenas sensibles. Cada individuo, cada rostro humano y cada vida humana, sólo es un sueño más, un sueño efimero del espíritu infinito de la naturaleza, de la voluntad de vivir persistente y obstinada, sólo es una imágen fujitiva más, que dibuja jugueteando sobre su página infinita del espacio y del tiempo, que deja subsistir algunos instantes; de ver-